18 de marzo de 2011

Insensibles

Hoy he visto Burke and Hare. Y he sentido miedo. De mí; no de esta comedia negra dirigida por John Landis (Blue Brothers), que, vaya por delante, recrea una historia terrible y siniestra: la de los asesinatos cometidos por una pareja de sacamantecas irlandeses en la Edimburgo del XIX. Mataron a 17 personas, con el único propósito de comerciar con sus cadáveres. Vendían los cuerpos a un eminente doctor de la ciudad para sus prácticas forenses.

En esta revisión descacharrante y truculenta hay vísceras y golpes, ajusticiamientos públicos y mugre a espuertas. Y, sin embargo (y aquí viene lo terrorífico) he pasado un gran rato viendo la película. La he disfrutado. ¿En qué me he convertido? ¿Qué han hecho los años sobre mí para deslavazar la inocencia y la sensibilidad que antes creía tener? Recuerdo haber leído con pavor, hace más de una década, un libro de Tom Sharpe en el que se relataba de un modo presuntamente gracioso la muerte de medio centenar de personas por una explosión incontrolada. No pude evitar sentir repulsión al contemplar un uso tan arbitrario y banal del dolor y la tragedia. No conecté con la pretendida ironía del salvajismo y las vísceras. Eso es lo que me espanta ahora: la insensibilidad que me permite disfrutar ante la parodia de lo cruel. Me inquieta pensar en qué me habrá conducido hasta aquí. Qué sedimentos deja la experiencia sobre la piel para acabar conformando una coraza que nos hace inmunes a la crueldad. Hasta el punto de que su exhibición, en lugar de repugnarnos, nos provoque carcajadas.

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