20 de octubre de 2008

'Bajo el volcán' y la escritura yonqui


Hace un tiempo anduve obsesionado con los yonquis. Viajaba en tren y les veía muy a menudo. Veía sus ojos perdidos, la dignidad tras el fracaso absoluto, su vaivén, sus labios morados, sus brazos sarmentosos. Y pensaba con recurrencia en el simbolismo de su figura. En cómo encarnaban la autodestrucción, la desdicha no específicamente buscada pero conscientemente asumida. Hay gente brillantísima que se arroja a las vías sin remedio, sabiendo a lo que se expone, tolerando su suerte. Aceptando que le compensan todos los malos viajes, la marginación, las uñas sucias y los dientes podridos por unos cuantos minutos de alivio opiáceo al día.  

Acabo de leer 'Bajo el volcán', y regresa con esta lectura la sensación de asistir a un ejercio kamikaze sin poder terciar en la caída. Al cónsul Geoffrey, protagonista de esta novela, no le puede salvar nadie. Ya no. Tal vez hubo un tiempo en que su esposa, su hermano o sus colegas pudieron asirle de la solapa y zarandearle la conciencia para torcer su destino. Pero en sus últimas horas, esas que narra esta obra desbordante y lisérgica, Geoffrey ya se ha lanzado a su particular precipicio etílico, igual que Nicholas Cage en Leaving Las Vegas. No hay vuelta atrás.

Me gustaría saber escribir como Lowry. Ser capaz de inyectarme en el cerebro de un adicto y recorrer su caótico torrente de pensamiento, sus idas y venidas, su lucidez pasajera y el desconcierto sempiterno. La duda estriba en saber si para escribir bien sobre adicciones hay que haber sido adicto. Eso le ocurrió Lowry, o a Denis Johnson, que en la colección de relatos Hijo de Jesús logra llevarte de la mano por el via crucis del consumo alucinógeno y la marginalidad que lo envuelve. Seguramente no sea así. Quizás la experiencia yonqui no es más que un aderezo de la escritura yonqui, un ingrediente casi necesario pero no suficiente. Lowry y Johnson fueron adictos y luego escribieron mecanografiando sobre sus pasos perdidos. Pero antes de empinar el codo o de buscarse la vena ya eran escritores; y de los buenos. Sólo escogieron escribir sobre lo que habían vivido. Sabían qué se traían entre manos.

1 comentarios:

j.julio dijo...

Me alegro mucho de que te haya impactado "Bajo el volcán". Algunas novelas elevan mucho el listón de lo que uno puede encontrar en la literatura y dan pautas sobre lo que uno puede escribir.
Hay que huir de las mesetas cuajadas de libros últimos de los grandes almacenes (o al menos saber elegir muy bien). La vida es breve, como dice el título de una novela corta de Onetti, y esa brevedad hay que aprovecharla en no desperdigarse por lecturas falsas.
Paseando como siempre por la tarima, te envío un cordial saludo y mi ánimo en la constancia de "Un día más con vida".