7 de octubre de 2008

Pop art

El mismo recorrido, el sendero de baldosas amarillas que en su día recorrieron el panfletillo por entregas del XIX, la cartelería vanguardista de (entre)guerras, el fotoperiodismo, el cine negro o los cómics, lo transitan hoy las series de televisión y los blogs literarios. Disciplinas apátridas y sin fundador reconocido, arte popular que nace en los suburbios, en garajes sombríos, que extiende sus tentáculos sin freno, como una plaga. Gente que descubre pasiones afines y no se avergüenza de ellas. Gente que, unida, comienza a proclamar el orgullo de una afición otrora sonrojante, privada. 

Ese camino de la marginalidad popular a la vindicación academicista lo han hecho, en efecto, los blogs y las series por vías inversas. Mientras que los primeros brotaron en el ancho y revoltoso mar de Internet, hasta alcanzar el reconocimiento en los mass media, las teleseries surgen de los grandes o medianos estudios norteamericanos, para desembocar en el consumo discriminado y fetichista de cada individuo. 

La explosión de ambos no se entendería sin el ciberespacio. Sin la posibilidad más virtuosa que ofrece esta herramienta. Internet es, en esencia, un gran café donde poner en común complicidades. Es otras muchas cosas más, pero lo que le hace grande es que nos sirve para compartir y jugar. No hay invento humano memorable que no cumpla esas premisas.

Como si, a contrapié, los grandes medios empezaran a hacer suyo aquello de "si no puedes con ellos, únete", este fin de semana coinciden (no por casualidad) las dos cabeceras más antiguas del país en apuntar con el dedo hacia este fenómeno imparable. 

El País lleva a la portada de su colorín semanal el reportaje La caja tonta es más lista.
Varios de sus columnistas señeros confiesan su adicción al género de la ficción televisiva. Pienso, con malicia, en muchos intelectuales que poco a poco descubren cosas como Los Soprano, o A dos metros bajo tierra, o Dexter, o House. El desdén con el que muchos se despachan (con razón) contra la basura que anega la televisión, les cegaba. Hay una postura intelectualmente honesta en apagar la tele ante tanta sordidez. Pero alguien dedicado a la cultura está obligado a saber qué se cuece, a estar al día. A discriminar. No valen excusas peregrinas.

Aurora Viña, por su parte, desgrana en ABCD Las artes y las letras  algunas de las propuestas más refrescantes y seguidas de la blogosfera hispana dedicada a la crítica de libros. Es sólo un esbozo de algunos de los que más despuntan. Cada uno de nosotros tendríamos una lista propia, claro está. Sitios que visitamos con regularidad de beatos. Escritura que rara vez acabará sobre un papel, pero que no deja de ser escritura. Igual que las series: nunca las veremos en pantalla grande, desde la chirriante butaca de un cine de estudio. Pero son cine. Vaya que sí.

0 comentarios: