28 de diciembre de 2004

Escritura automática

Ejercicio de estilo navideño. Allá va:

Ben iba al cine cada dos por tres. No porque le gustaran demasiado las películas, sino porque mientras estaba en la sala aquella, semivacía y a oscuras, podía pensar con claridad en sus asuntos. Preocuapantes asuntos eran, pues mantenían a Ben anclado en aquella butaca tercera, cerca de la salida de incendios camuflada. Horas pasaba allí. Se escondía detrás de la cortina de esa salida cuando acababa una proyección para evitar que el acomodador le echase a patadas. Ben no sabía que el acomodador sabía que perpetraba esa pantomima diaria. El acomodador era un tipo muy sabio, pero Ben jamás se dio cuenta de ello. Si lo hubiera percibido, todo lo que vino despúes tal vez no hubiera pasado. La vida se encarrila para bien o para mal en función del número de consejos que uno está dispuesto a escuchar y a seguir. Ben desoía muchos consejos. Y le daban ya pocos.

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