29 de diciembre de 2004

La escopeta universal

Ayer estuve viendo "Alejandro y Ana. Lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente". Lúcida (y muy cachonda) reinterpretación de lo que pudo ser aquél fasto vergonzoso. Además de partirse de risa, la obra invita a reflexionar sobre lo mal que huelen los fogones del poder político; y sobre quién manda de veras sobre nuestros destinos.
¿Los peros? Sí, es un sitio inusual y algo incómodo para ver una representación (un salón de bodas), aunque la proximidad de los actores con el público nos hace cómplices de la pantomima. Pero me niego a considerar como una tara de la obra (que tendrá otros muchos fallos, pero para eso están los sabios críticos, no yo) su absoluta y reiterada demagogia. Y es que es una demagogia buscada. Tengo entre manos el libreto promocional. Dice: «Es una obra oportunista. Pero ¿cómo íbamos a desaprovechar esta oportunidad?». Y también: «Es un ejercicio de rencor. Porque no fuimos invitados. Es una obra que recoge el rencor de todos los que no fuimos invitados. Es una obra que recoge el rencor de los segundones, de los fracasados, de los envidiosos».
Aznar arremetió una vez contra «los perros que ladran su rencor por las esquinas». Esos perros le salieron gallitos. El tipo que más ha puesto de su parte para que el rencor se reinstale en una sociedad tan cainita como la española, se dio el gustazo de rubricar su mandato con el gran bodorrio. Y prentendía que el público aplaudiera embobado.
Menos mal que sobreviven los ejercicios de rencor y demagogia (como Michael Moore, como "La escopeta nacional"). Sin ellos, no podríamos seguir ladrando, sólo nos quedaría aullar a la triste luna llena.

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