2 de noviembre de 2009

Tiramisú y Daiquiri

¿Soy más sabio ahora? ¿Sirvieron de algo los libros, los viajes, la pátina que la experiencia va imprimiendo en el carácter? No lo parece. Lo que envidio es la convicción de aquel yo de hace unos años, que era yo, seguramente, pero al que me cuesta reconocer. Un yo sepultado por dudas muy parecidas las de hoy, pero que parecía saber sostener en pie convicciones que se desvanecieron al cabo del tiempo. La principal de ellas: que el futuro siempre deparará parabienes.

Me acuerdo de aquel yo al oír por la radio que Sabina vuelve. El fetiche intelectual de aquel yo pretérito es ahora respetado, sé que la unanimidad le arropa en el filo de su vejez, y que logró por fin conciliar un éxito que desborda fronteras, tendencias y estratos. Pero tal vez como una consecuencia natural de esta unanimidad popular e incluso crítica, mi yo de hoy reacciona frunciendo el ceño, como si el reconocimiento de los otros hiciera brotar la sospecha propia. Creo que hay un esnob dentro de cada individuo, un latigazo neuronal que alimenta el rechazo hacia algo o alguien cuando todo el mundo se pone de acuerdo en la alabanza. Por eso el aristócrata repelente que en el fondo soy teme que algo así ocurra con Quique González, que también saca disco: que, de repente, a todo el mundo le de por oírle, que las radiofórmulas multipliquen el eco de la música mientras vacían su esencia. Que me de un asco tremendo, como me ocurre con Fito, comprobar cómo algún subnormal se entusiasma con música que hace diez años decía detestar.

En fin, comoquiera que el pasado no regresa, más que en forma de la crónica interesada que la memoria de cada cual construye a conveniencia, acepto que no es más que la nostalgia la que moldea el recuerdo romántico de un dormitorio con la puerta cerrada y el frío afuera y aquel descubrimiento solitario, anarquista, los primeros síntomas de individualidad radical destilados en esa canción que sólo a tí te gusta, en los libros que nadie a tu alrededor lee.

Como un tributo privado a ese recuerdo borroso sigo yendo a comprar, puntualmente, cada nuevo disco de Sabina y de Quique. Son los dos únicos a quienes no traiciono con el torrent, como si temiera rasgar un rito atávico. Como quien sólo se acuerda de sus muertos en estas fechas.

1 comentarios:

José Julio Perlado dijo...

Me alegro siempre de leerte, ver que sigues escribiendo muy bien y que prosigues con lecturas y buenas reflexiones.
A ver si un día nos vemos y charlamos, ahora que tenemos aún los dos "un día más con vida".
Saludos afectuosos desde la tarima de siempre, paseando la amistad.
JJP