12 de marzo de 2006

Mortales


Fallece Jesús Rollán, un mito de la selección
(La Nueva España)
El ex portero de la selección española de waterpolo Jesús Rollán, campeón olímpico y mundial, falleció ayer tras precipitarse a la calle desde una terraza del balneario de la localidad barcelonesa de La Garriga. Rollán, de 37 años, pasaba unos días de descanso en el conocido balneario. El ex waterpolista estaba a tratamiento médico en un centro especializado desde el pasado mes de noviembre, en el marco del programa «Tutoría de deportistas», reactivado en octubre por el presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, tras su acceso al cargo el mes anterior, según informaron fuentes del COE a «Europa Press». De esta forma, el campeón olímpico y mundial se había convertido en uno de sus primeros beneficiarios, tras solicitar personalmente la ayuda del programa, sufragada por el COE, que se mantenía informado de su evolución a través de su familia. Jesús Rollán, proclamado el mejor portero del mundo tras conseguir en Fukuoka 2001 su segundo título mundial, no ha podido detener el que ha sido su último gol, la muerte.
La historia deportiva de Rollán (Madrid, 4-4-68) comenzó en el club Vallehermoso de Madrid y adquirió ribetes de leyenda hace 16 años, cuando lo fichó el Cataluña. Desde entonces se alzó con siete títulos de Liga y siete copas de España. Los mayores títulos internacionales que atesora España han pasado por sus manos: la medalla de oro olímpica de 1996, los títulos mundiales de Perth-98 y Fukuoka 2001, la medalla de plata olímpica de 1992 y los subtítulos mundiales de Perth-90 y Roma-94. La Federación Española de Natación decidió aplazar la jornada de la División de Honor en homenaje a Rollán, además de solicitar un minuto de silencio en las demás competiciones. Aún no hay fecha para el funeral, a espera de la correspondiente autopsia.


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Buscando información sobre la muerte repentina de Rollán, me topo con un encuentro digital de El Mundo con el waterpolista, que data de junio de 2002. Es doloroso comprobar de qué modo se derrumban las ilusiones de alguien, cómo se extravía la esperanza hasta para los más optimistas. Nadie puede decir que él está libre de caer en picado. Hace un lustro veías a este tipo en la tele celebrar con rabia cada parada, combatir hasta el último resuello, cantar como nadie las victorias y llorar con amargura las derrotas. Vivir, en fin, con un entusiasmo admirable. Seis años más tarde asistes a su muerte con la sensación de que nada es estable. Todo se mueve bajo nuestros pies. Es una certeza que ya vio Bolaño, otro hombre que al que la parca vino a ver antes de tiempo.
Un par de post más abajo trataba de razonar sin acierto el remolino de interrogantes que me provocaba esa serie maravillosa llamada "A dos metros bajo tierra". La enseñanza que deja la serie de Allan Ball es que por complicado que sea afrontar las miserias de la vida (y, sobre todo, ver como la muerte siembra vacíos a nuestro alrededor) siempre queda un resquicio de esperanza que ha de empujarnos a levantarnos cada día de la cama. A Jesús Rollán, que un día fue grande y que luego empezó a verse a sí mismo demasiado pequeño frente a un mundo que giraba demasiado rápido y que pesaba cada día más, ya le costaba levantarse de la cama más de lo que cualquiera puede soportar. Le dijo a su madre, que había ido a visitarlo a la clínica donde daba brazadas inútiles contra la desesperación, que enseguida bajaba a desayunar. Se quedó en su cuarto y salió a la terraza a contemplar la ciudad. El mundo seguía su curso. Él se bajó en marcha.

10 de marzo de 2006

6 de marzo de 2006

Un final made in «Six feet under»


Muere una mujer al caerle encima una jaula debido a los efectos del viento
AGENCIAS_5 de marzo de 2006
Una mujer de 42 años murió hoy al caerle encima una jaula de grandes dimensiones en una residencia canina, de la que era propietaria, debido a los efectos del viento.
El suceso se produjo alrededor de las 09.00 horas, en una residencia de perros situada en la localidad madrileña de Pozuelo del Rey, en el suroeste de la región, cuando la jaula, que se encontraba sobre una base de hormigón sin anclar, se desplazó y le cayó encima.Hasta el lugar del suceso se desplazaron dos dotaciones de bomberos y una UVI del Summa, cuyos facultativos no pudieron hacer nada por salvar a la víctima, ya que la mujer, que se encontraba atrapada, había fallecido.




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No lo dudo: puede que se deba a mi proverbial tendencia a asociar lo que sucede en el mundo con mis propias obsesiones, mis debilidades, mis cuitas. Pero tener un blog es el último modo inventado para compartir fobias y filias particulares. Mi más reciente fijación es «A dos metros bajo tierra», una serie maltratada con saña por la televisión pública española. Como es tarea imposible tratar de seguir con regularidad su hilo argumental a través de las emisiones anárquicas (cambios de horario, programaciones intempestivas, supresión sin más), yo pirateo y me la he bajado en versión original. Me faltan por ver seis capítulos de la última temporada y la trama ha logrado atraparme hasta el punto de que cuando dispongo de un rato suelto, me veo un capítulo.
Pero el caso no es ese. Otro día escribiré más en profundidad sobre la serie. El caso es que digiero lo que pasa a mi alrededor, como he dicho, a través de los ojos de los Fisher, la familia protagonista. Y ocurre que cada capítulo de la serie se rige por el mismo comienzo: el relato conciso de los últimos instantes de la vida de una persona. La persona muere y su cuerpo va a parar a la funeraria de los Fisher, que se hacen cargo de todo el trasiego post-morten (embalsamamiento, trámites, funeral). Alrededor de ese deceso inicial se desatan los acontecimientos que fundamentan cada capítulo. Un modo original y efectivo de componer la trama argumental de esta serie. Un modelo que harían bien en fagocitar (con disimulo y elegancia) las producciones televisivas españolas.
Esa muerte, que cambia de rostro en cada capítulo y adopta diversos caminos para alcanzar su fin, es lo que le lleva a uno a tomar conciencia de lo cerca que estamos de que la casualidad nos depare un fin insospechado un segundo antes de que suceda. Esa muerte nos hace estar alerta a cada instante, porque la guadaña acecha; aunque también concede la oportunidad, al optimista, de constatar que cada día es aprovechable, más que nada porque pudiera ser el último. Que se lo cuenten a la dueña de la perrera.

5 de marzo de 2006

El mediocentro


Escribe Elías Israel en su blog, hablando del derbi: «Cassano, por contra, dio muchísima movilidad y sentido del fútbol a su equipo con sus movimientos arriba. Todo lo contrario que Gravesen, que se mueve mucho, roba bastante, pero descuajeringa tácticamente al equipo cada dos por tres. No tiene el partido en la cabeza y jugando donde juega eso es muy peligroso».

Y yo he pensado, lector improbable, que debía compartir contigo esa sensación mía de que el mediocentro (el clásico, el que para mí, como para Elías, debe tener el partido en la cabeza) es una especie en extinción. Desde que Guardiola y Redondo se bajaron del tren (o les empujaron), nadie ha sido capaz de coger su testigo. Últimamente veo poco fútbol, pero a bote pronto, no me salen demasiados jugadores de su perfil en los grandes equipos europeos, que es donde se les espera. Tipos como Xabi Alonso o Pirlo se acercan a ese perfil, pero no acaban de ser lo que fueron aquellos. Quienes saben de esto apuestan por Fernando Gago, y aún sin haber visto jugar demasiado a este chaval le daría un voto de confianza, aunque sólo sea por el hecho de que procede de la tierra que más futbolistas de este corte ha dado. Es lo que los futboleros conocen como un "5"; un tipo que tiene quite y sabe repartir, que maneja el toque corto y el pase en profundidad cuando se requiere o lo uno o lo otro. Que impone en los rivales, que fija a sus centrales, que seca al mediapunta rival, que lee el partido y le dota del ritmo necesario. Que protesta cuando hace falta caldear el ambiente, y pone paz cuando hay que sosegar un encuentro pasado de revoluciones. Por todos esos motivos, parece claro que Gravesen no es un mediocentro.

Durante el lunático reinado de Luxemburgo y su apuesta por el "cuadrado mágico" (el cual, básicamente, se caracterizaba por la renuncia al juego por las bandas), se reabrió de algún modo el debate sobre la carencia de extremos que sufre el fútbol de hoy. Se dijo que ya no aparecían garrinchas, gambeteros que viviesen los partidos pegados a la cal, gente que tuviera desborde y que supiese poner buenos centros. Y, en parte, es cierto, pero no me parece tan grave como la escasez de cincos, de gente con el partido en la cabeza. Guardiola y Redondo eran futboleros, no correcaminos ni especialistas. Controlaban todo el juego porque amaban el juego, en su conjunto. Da pena ver que cada vez quedan menos como ellos. La esperanza, que siempre la hay, se llama Cesc Fábregas. Y es español.

1 de marzo de 2006

Dios me habla, como te lo cuento

Lector improbable: no estamos solos. Cuelgo un nuevo mensaje y cinco minutos más tarde alguien ha hecho un comentario. Algo escéptico, acudo a leerlo. Obviamente era un anuncio. Tremendo anuncio. Como soy un demostrado inútil con las nuevas tecnologías, no alcanzo a explicarme por qué no ha funcionado esta vez el cerrojo anti-comentarios indeseados del blog, pero tras pinchar en el enlace que anota mi comentario, tomo conciencia de que estamos ante una revelación superior de la divinidad. Y a Dios no hay dios que le ponga cerrojos. El mensaje es el que sigue: http://www.sbc.net/knowjesus/theplan.asp, es decir, una dirección web. Pincha, lector improbable, y comprobarás que se trata de una web que indica "How to Become A Christian", es decir, "Cómo convertirse en cristiano". Acojona, francamente.
Y lo que sigue continúa acojonando:

«You're not here by accident. Jesus loves you, and He wants you to have a personal relationship with Him. There is just one thing that separates you from God. That one thing is sin.
People tend to divide themselves into groups - good people and bad people. But God says that every person that has ever lived is a sinner, and any sin separates us from God. That includes you and me.»


Ya sabes, lector. Sólo existe una cosa que te separa de Dios: el pecado. Todo quisque es un pecador, incluidos tú y yo. Y el único (subrayo) modo de salvarte es formar parte de la iglesia baptista. Normal que Dios me haya dado un toque. Le insulto, le mancillo, paso de él o le echo la culpa de todo lo malo que ocurre. Y, para colmo, a mí lo de baptista me suena a jugador de fútbol.