5 de marzo de 2006

El mediocentro


Escribe Elías Israel en su blog, hablando del derbi: «Cassano, por contra, dio muchísima movilidad y sentido del fútbol a su equipo con sus movimientos arriba. Todo lo contrario que Gravesen, que se mueve mucho, roba bastante, pero descuajeringa tácticamente al equipo cada dos por tres. No tiene el partido en la cabeza y jugando donde juega eso es muy peligroso».

Y yo he pensado, lector improbable, que debía compartir contigo esa sensación mía de que el mediocentro (el clásico, el que para mí, como para Elías, debe tener el partido en la cabeza) es una especie en extinción. Desde que Guardiola y Redondo se bajaron del tren (o les empujaron), nadie ha sido capaz de coger su testigo. Últimamente veo poco fútbol, pero a bote pronto, no me salen demasiados jugadores de su perfil en los grandes equipos europeos, que es donde se les espera. Tipos como Xabi Alonso o Pirlo se acercan a ese perfil, pero no acaban de ser lo que fueron aquellos. Quienes saben de esto apuestan por Fernando Gago, y aún sin haber visto jugar demasiado a este chaval le daría un voto de confianza, aunque sólo sea por el hecho de que procede de la tierra que más futbolistas de este corte ha dado. Es lo que los futboleros conocen como un "5"; un tipo que tiene quite y sabe repartir, que maneja el toque corto y el pase en profundidad cuando se requiere o lo uno o lo otro. Que impone en los rivales, que fija a sus centrales, que seca al mediapunta rival, que lee el partido y le dota del ritmo necesario. Que protesta cuando hace falta caldear el ambiente, y pone paz cuando hay que sosegar un encuentro pasado de revoluciones. Por todos esos motivos, parece claro que Gravesen no es un mediocentro.

Durante el lunático reinado de Luxemburgo y su apuesta por el "cuadrado mágico" (el cual, básicamente, se caracterizaba por la renuncia al juego por las bandas), se reabrió de algún modo el debate sobre la carencia de extremos que sufre el fútbol de hoy. Se dijo que ya no aparecían garrinchas, gambeteros que viviesen los partidos pegados a la cal, gente que tuviera desborde y que supiese poner buenos centros. Y, en parte, es cierto, pero no me parece tan grave como la escasez de cincos, de gente con el partido en la cabeza. Guardiola y Redondo eran futboleros, no correcaminos ni especialistas. Controlaban todo el juego porque amaban el juego, en su conjunto. Da pena ver que cada vez quedan menos como ellos. La esperanza, que siempre la hay, se llama Cesc Fábregas. Y es español.

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