Escritura automática (IV)
Escribes contra el embotamiento. Escribes porque ignoras que el mundo no tiene remedio. Escribes porque una reserva inconsciente te sugiere que el hastío es vulnerable y que un lunes nublado y una jaqueca no son un páramo yermo sino una puta jungla de manglares que te reseva aventuras equinocciales. Escribes porque leíste a Verne, y a Dumas, y luego a Dostoievski y a Cortázar. Y después, a otros muchos, a otros acaso mejores. Y decidiste que tal vez, que por qué no tú, que si ellos pudieron. Y más tarde caíste en la cuenta de que no había donde rascar, que mejor rebajar expectativas, acomodarse a este lado de la cerca y tener controlado el territorio. Y sabes perfectamente que esa fue tu puta perdición. Y la reserva inconsciente te lo recuerda: "ese fue el principio de todo"; ahí perdiste la fe en la escritura aunque creías haber encontrado tu camino. Creías que dominar tus carencias y ser consciente de tus limitaciones te daría confianza y recorrido. Y te equivocaste. Poner por objetivo el nudo del horizonte es lo único que te hará encontrar tu sitio. No imbocar a la razón, perder el respeto a los baches y a las galernas. Esa es la clave: aspira a todo y ya veremos adónde llegas. Tal vez estemos a tiempo. Pero hay que ir echando a andar.
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