20 de febrero de 2006

Escritura automática (IV)

Escribes contra el embotamiento. Escribes porque ignoras que el mundo no tiene remedio. Escribes porque una reserva inconsciente te sugiere que el hastío es vulnerable y que un lunes nublado y una jaqueca no son un páramo yermo sino una puta jungla de manglares que te reseva aventuras equinocciales. Escribes porque leíste a Verne, y a Dumas, y luego a Dostoievski y a Cortázar. Y después, a otros muchos, a otros acaso mejores. Y decidiste que tal vez, que por qué no tú, que si ellos pudieron. Y más tarde caíste en la cuenta de que no había donde rascar, que mejor rebajar expectativas, acomodarse a este lado de la cerca y tener controlado el territorio. Y sabes perfectamente que esa fue tu puta perdición. Y la reserva inconsciente te lo recuerda: "ese fue el principio de todo"; ahí perdiste la fe en la escritura aunque creías haber encontrado tu camino. Creías que dominar tus carencias y ser consciente de tus limitaciones te daría confianza y recorrido. Y te equivocaste. Poner por objetivo el nudo del horizonte es lo único que te hará encontrar tu sitio. No imbocar a la razón, perder el respeto a los baches y a las galernas. Esa es la clave: aspira a todo y ya veremos adónde llegas. Tal vez estemos a tiempo. Pero hay que ir echando a andar.

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