24 de octubre de 2005

Zidane, el ocaso


imagen: telegraph
Nada más triste que ver, en directo, la agonía del ídolo. Recuerdo que me tomé como una afrenta casi personal la retirada prematura de Indurain. Pensé: traición, a nosotros, seguidores fieles, y sobre todo, a él. Se apea de la competición al primer traspiés. Cobarde, maldito cotbarde idolatrado. Con los años las brasas de aquel desencanto se me han ido apagando. Indurain se fue en el momento en que percibió que no volvería a ser el mismo. Podría haber vuelto a subirse a la bici y haber transitado las carreteras con más pena que gloria, bandeando sus estertores en cada nuevo repecho. Llegó Armstrong y, en cierta medida, le ha desbancado del altar mayor, aunque no ha podido evitar que la figura Miguelón, el Grande, permanezca. Los años le han ido colocando en su sitio, y, además de atemperar la decepción de su despedida, han contribuido a darle la razón: mejor morir de pie que vivir arrodillado.
El adiós del ciclista casi coincidió con el hasta luego de otro grande, Michael Jordan. Su despedida fue ejemplar. De libro. Salvo por el pequeño detalle de que no llegó a consumarse. Mi memoria precaria archivó en el cajón de las grandes gestas aquella última canasta de Jordan ante los Utah Jazz. Pero Michael no pudo soportar la morriña y volvió a aparecer. Para vagabundear por equipos de medio pelo tratando de demostrar que aún seguía siendo el número uno. Y no hacía falta.
El ocaso de Zidane vuelve a colocarnos (a los aficionados, y, probablemente, a él mismo) ante la cruel disyuntiva: o te arrastras por los campos en busca de aquel que fuiste y que ya no regresará (salvo en destellos fugaces); o cuelgas las botas y te dedicas a recibir homenajes. Y te resignas a convertirte en un jubilado.
Sigo sin decantarme. Es difícil despedirte de tus ídolos. Es duro ir percibiendo que ya no te asombrarán. Pero, al menos con Zizou, no quiero resignarme. Todavía no. Sólo un año más. Sólo unos minutos. Una galopada fatigosa. Un control deslumbrante. Un pase certero. Un gambeteo elegante. No sólo lo necesita el Madrid. Lo demanda el arte.

0 comentarios: