4 de octubre de 2005

Cajas

Una camioneta del Selur iba acogiendo las cajas que los operarios lanzaban con desgana. Un coche de los municipales cortaba el carril derecho de Serrano. Los dos policías coloquiaban con la mendiga. Poco. No hay nada que discutir. En cinco minutos habrán terminado. La mendiga miraba en silencio cómo se llevaban las cajas que había acumulado en la esquina de Serrano con Villanueva. Es una labor de meses, ir recaudando, una a una, con paciencia de relojero, las mejores cajas. Día tras día, un trabajo tedioso arrumbado en cinco minutos. En la mirada de la mendiga, sin duda una alucinada, una marginada social como hay miles en la capital, creí ver un resquicio de dignidad. Quizás el alucinado soy yo.
Hoy la he visto en otra esquina, un par de manzanas arriba, rodeada de nuevas cajas y de los restos que no se llevó el Selur. El portero que la observaba mientras recolocaba sus cajas metódicamente no tardará en verse obligado a llamar al 091. Orden de los inquilinos. Huele mal. Es difícil ser mendigo en el Barrio Salamanca.

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