7 de mayo de 2008

Internet, un reducto


De nuevo enlazo con un comentario de Diarios de fútbol. Hoy Dadan Narval, culé confeso, arroja una crítica descorazonada hacia la prensa deportiva de este país.Ya no se trata del paupérrimo nivel cultural o periodístico exhibido por bastantes de quienes juntan letras en estos diarios. Tampoco es la zafiedad o la chabacanería que menudea en esas cabeceras. Ni siquiera hay que lamentarse en esta ocasión por la cada vez más frecuente tendencia a elevar las especulaciones o los meros rumores (cuando no imaginaciones puras y duras) a la categoría de noticias. Hay algo más profundo, tal vez latente, que nos duele a quienes, como a los autores de Diarios de fútbol a estas alturas aún confiamos en la posibilidad de un periodismo deportivo digno.




Es la hipocresía de estos periódicos que apelan, cuando les conviene, a la deportividad, la honestidad y la tolerancia como los valores prioritarios de las competiciones deportivas que glosan y del modo en que informan u opinan de ellas. Estos días, el tema que predomina es el pasillo que habrá de tributarle, tradición manda, un Barcelona herido a un Madrid triunfante. Y a cuenta de ese gesto, que debería ser un orgullo para quien lo da más que para quien lo recibe, por todo lo que tiene de cortesía y reconocimiento de la victoria en buena lid, los diarios deportivos de la capital y de la Ciudad Condal se han enredado en un chusquero cruce de acusaciones. Basta ojear la primera de Marca de hoy (que preside esta nota). O el artículo de un escritor que se llama Josep Maria Fonalleras (en Sport), un tipo que debe haber cultivado fama en Cataluña, cosa que no le niego por pura ignorancia, pero que firma unas líneas sedientas de venganza y repletas de bilis (con un corolario lamentable: el supuesto vestigio franquista del madridismo).




Es sólo un esbozo. El jaleo del pasillo de honor, manejado como excusa para descargar munición sobre el adversario y alimentar un rencor idiota, no es más que el último jalón de un largo camino de tradición en un género, el periodismo deportivo, con tendencias suizidas. Es una pena. Escribir sobre deporte podría ser el más digno de los oficios. Mejor que dedicarse a la cultura, o a la crónica de viajes. Pero los profesionales del género, la gran mayoría en todo caso, se empeñan en despreciar su propio oficio, en viciarlo y convertirlo en detritus.



Salvo honrosas excepciones. Muchas de ellas, cada vez más, refugiadas en Internet, el último reducto de los que creen, con fe testaruda, que otro periodismo deportivo es posible.

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