29 de febrero de 2012

Calderilla


#1 Los únicos sitios donde todavía encontrarás cabinas telefónicas son los intercambiadores de transporte. Quedan ahí como un vestigio de lo ineludible. Donde no llegan las otras cien posibilidades de comunicación que tienes hoy en día, permanece el viejo ritual de la moneda y la ranura; excavar en la memoria hasta recordar el número del otro.

#2 Ya nadie recuerda números de teléfono. La llamada de auxilio, el cobro revertido, el aviso que no admite demora. Para eso han quedado las cabinas.

#3 De camino al tren, llevo varias mañanas coincidiendo con un viejo que hurga en esas cabinas del AVE. Pertinaz, día tras día su mano acude al hueco de las monedas a la caza de unos céntimos descuidados por un cada vez más improbable usuario del teléfono público. No obstante, ahí está el viejo cada jornada deslizando dos dedos en el balde metálico, más como una inercia que como un gesto de esperanza.

#4 De niños, una tarde de verano mi tío nos tomó el pelo fingiendo que encontraba monedas olvidadas en una cabina del paseo marítimo. Paseábamos, y se detuvo de pronto frente al teléfono. Alargó la mano y un segundo después nos mostró el diminuto tesoro, las dos o tres monedas que obtuvo de su bolsillo y fingió descubrir en el teléfono para perpetrar la broma. Pareció tan fácil, tan mágico, que desde aquel día no paré de imitarle como un imbécil. Asaltaba todas las cabinas con las que me topaba, siempre con la renovada convicción de que aquella vez sí habría suerte. Creo que una vez sí encontré algo de chatarra y ese pequeño hallazgo me sirvió de coartada para seguir intentándolo tercamente. Es imbatible el gozo que proporciona una recompensa inmerecida y casual. Uno llega a convencerse de que ese regalo del azar le ha sido otorgado por ser él y no otro.

#5 Pienso en esa legitimidad autoinculcada después de haber visto Young adult, la película que ha vuelto a reunir a la guionista Diablo Cody y al realizador Jason Reitman. Mavis, la protagonista a la que da vida Charlize Theron, creció siendo una chica guapa y popular en un pueblo de paletos. Luego, se mudó a la ciudad y alcanzó un relativo éxito escribiendo relatos para niños (que ni siquiera firmaba). Ahora tiene todo lo que ansió de joven pero la noticia de que un antiguo novio ha sido padre viene a trastocar su composición de lugar. Por eso regresa por unos días a su pueblo, tratando de recrear el tiempo en que ella era la reina del baile. La realidad que encuentra es que todos la recuerdan, pero no la añoran precisamente. Han seguido con sus vidas, han evolucionado, mientras ella descubre, perpleja, que nada de lo que logró era lo que realmente ambicionaba.

#6 Igual que una niña caprichosa, Mavis está convencida de que los afectos que un día tuvo le siguen perteneciendo,como si fueran bienes adquiribles. Como si la amistad, el amor y el respeto de quienes te rodean no sean algo que se trabaja y se logra poco a poco, sino un simple tesoro que se gana hurgando en un teléfono público. Calderilla.