19 de septiembre de 2007

Ha muerto un hombre

Muere el bonzo de Castellón
El rumano se prendió fuego frente al edificio de la Subdelegación del Gobierno en Castellón el pasado 4 de septiembre


Efe Valencia
El hombre de nacionalidad rumana que se prendió fuego frente al edificio de la Subdelegación del Gobierno en Castellón el pasado 4 de septiembre falleció este miércoles en el Hospital La Fe de Valencia, donde permanecía ingresado.
Fuentes del centro sanitario informaron a Efe de que el hombre, que sufrió quemaduras en el setenta por ciento del cuerpo y se encontraba en estado crítico, falleció cerca del mediodía de hoy.
El ciudadano rumano se quemó "a lo bonzo" ante su mujer y sus dos hijos para protestar por la situación económica de su familia en España.
El herido fue trasladado por una SAMU hasta el hospital de Castellón y posteriormente a la Unidad de Quemados del Hospital La Fe de Valencia, donde hoy ha fallecido.


fuente: ADN


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"La vida resuelta, y se lo pagamos entre todos", oí que decía alguien, mientras su interlocutor le daba la razón con insistencia. Hablaban de este hombre, del que por más que he buscado, no he sido capaz de encontrar ni una referencia con su nombre de pila. Noticia paradigmática del tiempo que vivimos, ha sido como una pompa de jabón en los medios: la acogida se ha repartido entre el estupor morboso por las imágenes de su hogera, y el despecho de aquellos que se quejaban de las ayudas que se le prestaron a la familia. Nadie se interrogó acerca de las causas que llevan a un ser humano a llamar la atención aún a riesgo de su propia vida. Nadie se cuestionó por qué ocurren estas cosas en nuestras narices. Nadie examina ahora por qué hasta los diarios progres redactan titulares y noticias en los que olvidan que antes que rumano, era hombre.


La guerra y el frío

Hablemos de libros. Aunque sea de manera telegráfica, stop. Las prisas, el intervalo que robas al día y al curro para olvidarte de todo y hablar contigo. De libros, claro.

Terminé hace unos días "El telescopio de Schopenhauer", del irlandés Gerard Donovan. Poeta y traductor, este tipo escogió para su primera novela una historia descarnada y plagada de significados, que habla básicamente del horror de la guerra y su capacidad para destapar lo peor de las personas, por encima de apariencias.

Es significativo que esta narración sea obra de un poeta. Yo paso de los recargados que buscan el retruécano en cada linea, los que desdibujan la idea de tanto adornarla. Paso igualmente de los modernos hemingwaynos que liman sus textos hasta dejar un tuétano romo y sin vuelo. Como en casi todo en esta vida, la virtud en prosa está en el término medio. Y ahí aparece la escritura de Donovan y de otros que, como él, entienden que dotar a un texto narrativo de un aliento lírico no es vestirlo con chorreras, sino marcarlo a fuego con un carácter simbólico.

Así que esa es la primera de sus virtudes: el difícil equilibrio entre sencillez y lirismo. Pero tiene un buen puñado más de virtudes. A saber:

- Su capacidad para traducir al universo literario la desolación, la incertidumbre y la incredulidad que generaron las crueles guerras del cambio de siglo en el Este de Europa. Hay pocas obras literarias que se hayan atrevido a rascar en un pasaje tan doloroso, por reciente y por cercano a nosotros. Es una herida abierta que hay que ventilar para que cure bien.

- El ingenio por el que demuestra que: 1) la guerra es un invento humano, tan humano que tiene por ello todos los matices que adornan a nuestra especie; 2) la peor de las guerras es la civil, que hace brotar odios enquistados, que destapa la alcantarilla donde duermen las envidias y los rencores entre vecinos, entre familias. Sangre coagulada durante años, generaciones.

- Mezcla de pericia e instinto, la capacidad de Donovan para tejer una historia que, a pesar de echar mano de un buen puñado de referencias culturales, históricas o bilbliográficas, no pierde de vista el tiempo en el que se inserta y sabe traducir el lenguaje de la acción al de los libros. Igual soy yo, pero ahí hay materia para hacer una gran película. La fuerza de esos paisajes desolados, la ventisca que todo lo envuelve, el hombre que cava un hoyo y el tipo que fuma a su lado y le da charla. Y el equívoco macabro que les rodea. Y el final que todo lo explica pero que no deja tras de sí más que un horizonte vacío y un hoyo lleno. De cadáveres.

Raúl is knokin`on Luis doors

En busca de las buenas costumbres orilladas; trataré de calentar músculo, por ejemplo, con crónicas deportivas. La del inicio de Champions del Madrid, sin ir más lejos:




Le he leído a Segurola que el Madrid es ahora un equipo de fútbol puro y duro. Dice el cronista que eso contribuye a ver al mejor Raúl, que por fin retorna a su hábitat (el área) y no tiene que disfrazarse de abnegado barrenero para demostrar que es mejor que los galácticos que le rodeaban antaño. Vuelve a ser protagonista y le ha dado por llamar machaconamente a la puerta de Luis. No parará hasta que el Sabio se digne a abrir. Ayer volvió a recordar al Raúl de hace una década. Ratonero, participativo como siempre, letal en el área chica y siempre sabiendo leer el juego.

Fue, sin duda, el mejor de un conjunto que volvió a salvar un partido difícil en casa, sin alharacas pero con contundencia ofensiva y empaque. El Madrid cuenta, este año sí, con una plantilla completa y Schuster tiene tantas soluciones que cualquier choque que se enreda no parece un callejón sin salida. Esta campaña nadie brilla como Figo o Zidane, pero el equipo tiene al menos una docena de futbolistas por encima del ocho. Y eso se nota. Aunque el encuentro ante el Werder arrancó con el guión clásico de la Champions en el Bernabeu (arreones blancos, rival correoso que brinda un par de avisos frente a Casillas), al cuarto de hora ya parecía encarrilarse. Van Nistelrooy, perro viejo, se volcó a la banda entreviendo las carencias de un once sin carrileros. En una de esas, penetró en el área germana y puso un centro al primer palo que buscó y supo digerir Raúl. 1 a 0 y partido de cara. O eso parecía, porque no hubo tiempo para comprobar el buen tono del Madrid. En un embite de los visitantes, un balón llovido al área lo enganchó Sanogo ganándole a un Metzelder que conoce su oficio pero acarrea carencias. Vuelta a empezar para los de Schuster. Y la paradoja es que ahí despertó el Madrid, a pesar de que ni Guti ni Sneijder ni sobre todo Gago, llamados a templar el choque y a marcar el paso, estuvieron finos. Esa es la nota optimista de esta campaña para la grada blanca. Si uno o varios jugadores no rinden al cien por cien, el resto, sobre el terreno, cubre sus carencias. Y, si no, hay banquillo de sobra.
Quizás por eso, y como ya ocurrió en el último tramo del año pasado, por mucho que se empinen los partidos para el Madrid, da la sensación de que acabará remontándolos. pero hay una diferencia. Con Capello era una cuestión de fe: nada, salvo la inercia ganadora y la convicción de los futbolistas, hacía intuir las remontadas épicas del cuadro merengue. Este año hay más argumentos. Por eso, aunque la segunda parte del encuentro de ayer nació con el intercambio de golpes con el que arrancó el choque, el Madrid fue creciendo a medida que los germanos se parapetaban atrás y se encomendaban a los contragolpes dirigidos por un formidable Diego (hay que ficharlo) y los latigazos de Almeida. Schuster cambió a Higuaín y dio entrada Robinho; y antes de retirar del campo a Guti, le quedó tiempo al mediocampista blanco para hacer daño al centro de la zaga del Werder con un pase que recibió Raúl. Éste se giró rápido y asistió a Van Nistelrooy para que el holandés acertase, por fin, tras varias oportunidades marradas. El rival tiró la toalla y el tramo restante de partido quedó para los detalles. Primero: Drenthe se perfila como un"doce" para el Madrid. Jugará poco de inició pero aportará músculo en las segundas partes. Segundo: el Bernabéu se debate entre la ilusión por los fichajes y el orgullo por los símbolos recuperados. Unos, los personifica Robben. Otros, los encarna Raúl. La sustitución de ayer dio para comprobarlo. Será un buen año. Y culminará con el siete madridista entrando por la puerta grande en el vestuario de la selección.


Imagen: Realmadrid.com